domingo, 15 de marzo de 2015

Cicatrices de guerras internas.

Hace mucho tiempo que no escribo, que no me pongo frente a un papel y escupo mis pensamientos y sentimientos en forma de tinta. A veces lo extraño, ya casi se me había olvidado lo que era.

Y es que mis sentimientos, mis emociones, se quedan atrapados dentro de mí. Tienen miedo de salir y gritar como antaño pero, sin embargo, están latentes, siguen vivos. Quizá no salgan por miedo a ser golpeados de nuevo, pero siguen siendo fuertes, incluso tan fuertes que me fortalecen, que me protegen por dentro. Aún así, visitan a las personas realmente importantes, no sin volver luego a ocultarse.

Las heridas han cicatrizado aunque, de vez en cuando, aún sangran. Lucen majestuosas, representando un mal pasado, pero que recuerda que se ha sobrevivido, que se ha superado, que todo continúa, y es que, a pesar de lo malo, tengo ganas de vivirlo todo, de vivirlo intensamente.

Ganas de gritar en medio de la noche, 
de correr hasta que los pies se desgasten, 
de volar hasta que no pueda más, 
de mirar las estrellas, 
de sentir la lluvia cayendo sobre la piel hasta que cale en el alma, 
de sentirlo todo,
de cantar hasta que la voz se rasgue, 
de disfrutar del olor de las noches frías,
de viajar, de conocer nuevos sitios, 
de sentir la música hasta en  lo más profundo de los huesos, 
de disfrutar de los sentimientos que nacen al leer una nueva historia, 
del olor de los libros, o incluso de la noche,
de notar el césped entre los dedos, 
de comenzar nuevos proyectos, 
de dar lo mejor de mí
Son las ganas de comerme el mundo.





No voy a rendirme, 
el agua esta vez viene con mucha fuerza.





Aqua.

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