sábado, 19 de septiembre de 2015

Bienvenida seas, inspiración.

Ciertamente, vivo más de noche que de día, y es algo que a veces odio y que otras tantas me encanta. No me gusta porque lo poco que duermo son “horas perdidas”, por las regañinas de regular los horarios de sueño, por sentir que no aprovecho el día al completo, por lo horrible de no poder conciliar el sueño a veces. Sin embargo, disfruto de la tranquilidad de que nadie me interrumpa, de poder hacer lo que me plazca, de la temperatura baja que hay al caer la oscuridad, de toda la libertad posible incluso de ahogarme en mis propios sentimientos.

Lo odio porque no puedo dormir, pero lo adoro porque la falta de sueño, a veces, me da pie para poder suplirla con la creatividad y tener horas extra para poder plasmar mis ideas sobre un papel.

Asusta mucho enfrentarse a una hoja completamente en blanco, pero el miedo va desapareciendo en cuanto cojo el lápiz e, inconscientemente, voy dibujando sobre ella, como si lo que estuviera trazando estuviera ya previamente ahí,  como si siempre hubiera estado esperando a que yo llegara para poder mostrárselo al mundo.

Curiosamente, esto suele suceder durante esas horas de crepúsculo y, cuando ocurre, es lo más maravilloso del mundo. Incluso aunque haya pasado mucho tiempo y me sienta perdida, es algo que tarde o temprano siempre vuelve a mí y me hace sentir más yo que nunca. Quizá pueda resultar difícil de comprender, o tal vez no.


La inspiración es traviesa, inesperada, intermitente. Siempre nos pilla por sorpresa, pero es similar a cuando ves a un viejo amigo, la  recibes con cariño y “charlas” con ella hasta que llegue el momento de la despedida y volváis a encontraros un tiempo después. La inspiración es mágica y siempre hay que recibirla con un fuerte abrazo y no dejarla marchar hasta que se termine la interacción entre ambos. 

Sólo me queda dar las gracias por cada visita suya que recibo, que me deja con una sonrisa durante todo el día. 





Aqua.


domingo, 15 de marzo de 2015

Cicatrices de guerras internas.

Hace mucho tiempo que no escribo, que no me pongo frente a un papel y escupo mis pensamientos y sentimientos en forma de tinta. A veces lo extraño, ya casi se me había olvidado lo que era.

Y es que mis sentimientos, mis emociones, se quedan atrapados dentro de mí. Tienen miedo de salir y gritar como antaño pero, sin embargo, están latentes, siguen vivos. Quizá no salgan por miedo a ser golpeados de nuevo, pero siguen siendo fuertes, incluso tan fuertes que me fortalecen, que me protegen por dentro. Aún así, visitan a las personas realmente importantes, no sin volver luego a ocultarse.

Las heridas han cicatrizado aunque, de vez en cuando, aún sangran. Lucen majestuosas, representando un mal pasado, pero que recuerda que se ha sobrevivido, que se ha superado, que todo continúa, y es que, a pesar de lo malo, tengo ganas de vivirlo todo, de vivirlo intensamente.

Ganas de gritar en medio de la noche, 
de correr hasta que los pies se desgasten, 
de volar hasta que no pueda más, 
de mirar las estrellas, 
de sentir la lluvia cayendo sobre la piel hasta que cale en el alma, 
de sentirlo todo,
de cantar hasta que la voz se rasgue, 
de disfrutar del olor de las noches frías,
de viajar, de conocer nuevos sitios, 
de sentir la música hasta en  lo más profundo de los huesos, 
de disfrutar de los sentimientos que nacen al leer una nueva historia, 
del olor de los libros, o incluso de la noche,
de notar el césped entre los dedos, 
de comenzar nuevos proyectos, 
de dar lo mejor de mí
Son las ganas de comerme el mundo.





No voy a rendirme, 
el agua esta vez viene con mucha fuerza.





Aqua.