sábado, 16 de julio de 2011

Gracias. Gracias, de verdad.

Hoy querría dar las gracias.
Querría dar las gracias a todas aquellas personas que están a mi lado, que sé que puedo contar con ellas. Esas personas que reciben el nombre de "amigos".

La amistad, según la definición de un diccionario, es el afecto personal, puro y desinteresado, compartido con otra persona, que nace y se fortalece con el trato. Yo creo que la amistad verdadera es más que eso. Un amigo de verdad es el que siempre va a estar a tu lado, cuidándote; el que te sacará de la cama cuando pienses que no puedes soportar seguir viviendo; el que te sacará una sonrisa con el comentario más tonto: el que siempre estará dispuesto a escucharte; con el que tendrás recuerdos inolvidables; aquel al que le darás una segunda oportunidad, o una tercera, si es necesario, porque crees en él; el que te abrazará y te secará las lágrimas cuando llores; el que te dirá las cosas claras sin darle más vueltas; será en el que puedas confiar plenamente; del que pensarás que es único en su especie; el que después de discutir se acercará a ti con una sonrisa como si no hubiese ocurrido nada; el que te aconsejará bajo su punto de vista; y, es que amigos como éstos, hay muy pocos. Por ello hay que cuidarlos, darles lo mejor de ti, mostrarte tal y como eres. Te querrán seas como seas, te soportarán (aunque tampoco es bueno abusar de ello).

Son uno de los grandes pilares de tu vida, no deberías despreciarlos. Por eso no me cansaré de dar las gracias. Porque, gracias a ellos, tengo un  nuevo motivo para levantarme cada mañana, un nuevo motivo para sonreír, un motivo para ayudarlos, porque sé que ellos también harían lo mismo por mí. Puede que no sean perfectos, pero son mis amigos. Os quiero.


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